Sobre el escritorio de mi oficina tenía algunos libros que había estado leyendo…
PRESENCIA
Me punzó mucho
Un cuento
Por David Alberto Muñoz
Cuando llegué a mi casa me encontré con un gato que estaba leyendo libros que había comprado hace ya algún tiempo. Tendido sobre ellos olfateaba como si buscara algo. Sus grandes ojos me observaron cuestionándome con esa actitud prepotente de los felinos.
De repente me pregunté:
—¿De dónde diablos salió?
Un maullido se dejó escuchar mientras velozmente el animal se desplazó por toda mi casa con la mayor libertad del mundo. Mi ojos solamente intentaron seguirlo como un niño esperando que su madre le de su mamila.
Me le quedé mirándolo totalmente sorprendido. No sabía qué hacer. Se sentó en una de las sillas después de haber rasgado el sofá de la sala más de veinte veces. El animal de repente se volteó y sentí que casi me gritaba exigiendo le acariciara su barriga.
Me acerqué y cedí con cierta ternura.
—¿Qué te traes? —le dije.
Sobre el escritorio de mi oficina tenía algunos libros que había estado leyendo: Inés del alma mía, Trópico de cáncer, Las púberes canéforas. El gatito observó las páginas con sumo cuidado para después emitir su muy peculiar crítica, revolcándose y queriendo comerse las letras impresas en papel, parecía decir:
—¡Estos libros yo me los embarro!
—Estás loco—me dije a mí mismo—¿Te vas a dejar llevar por un pinche gato qué sólo Dios sabe de dónde salió?
Al poco rato ya me tenía comprándole comida. Le llevaba comida seca y también sus latas de pescado, atún y mucha leche. ¿No es eso lo que comen los gatos?
Cada vez que llegaba a mi casa me recibía con mucho cariño. Yo hasta le cantaba; no estoy seguro qué, pero algo. Me enternecía verlo cerrar sus ojos y estirar su cabeza para que mi mano lo apapachara.
En cierta ocasión un amigo mío me hizo burla.
—¡No seas mamón! Nunca te he visto mostrarle tanto amor a nadie. ¿De cuándo acá tan cariñoso?
—No sé—respondía—me enternece.
Un día decidí ponerle nombre. Me la pasé varios días cuestionándome cómo ponerle. Tal vez Félix. No, se me hace muy común, Félix el gato, además no es completamente negro. ¿Qué tal Tigre? Parece ser un tigre en chiquito. No, no sé. Incluso tuve la tonta noción de llamarlo Epafrodito. Igual que aquel siervo del apóstol Pablo. Sería un gato bíblico.
Ya se me botó la canica.
Los días pasaban y el gato me dominaba cada vez más. Se acostaba en la cama y me ordenada qué hacer. Con su simple mirada controlaba cada uno de mis movimientos. Cuando estaba triste me alegraba la vida. Cuando tenía alegrías nos embriagábamos los dos para amanecer al día siguiente y tener que llevarle su comida a la misma hora y en el mismo lugar.
Una mañana, el timbre de la casa sonó.
Al abrir la puerta pude ver a un chamaco de no más de once años de edad. Traía la camisa sucia y su rostro se lo limpiaba cada dos segundos para detener los mocos que le brotaban casi como enfermedad.
—¿No tiene usted un gato que parece ser angora?
Me porté digno. Casi al instante por mi mente atravesó la posibilidad de que aquel mocoso fuese el dueño de mi minino. Sí, así terminé llamándolo: Minino.
—Pues no sé chamaco. ¿Por qué?
—Pues porque es mío güey.
—¡Oye, ese respetillo!
—Mire señor, ese animal es un baquetón de primera. Cada mes se nos escapa y escoge una casa para pasarse el rato a gusto. Ya lleva recorrida casi toda la vecindad. Lo mejor es que me lo de, si no, al rato capaz que lo corre a usted de su casa.
Levanté las cejas con mirada de escándalo. De en medio de mis piernas el mentado Minino apareció, y se refugió en los brazos de su dueño.
La verdad me dolió un chingo.
Nunca antes lo había pensado. Todos buscamos cariño, y a veces nos conformamos con el ronroneo de un gato que nos adopta mientras sea conveniente para él.
—No es macho señor, es hembra.
—¡AH!
Ahora entiendo, era una gata que supo coquetear con mi existencia.
La verdad me punzó mucho.
© Foto y texto David Alberto Muñoz, Ph.D.
Faculty Philosophy & Religious Studies
Chandler-Gilbert Community College
2626 East Pecos Road Chandler, Arizona 85225-2499
(480) 732-7173
david.munoz@cgcmail.maricopa.edu
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